Para la Real Academia Española ser
cosmopolita no es más que ser una persona que se mueve por muchos países, un
lugar donde confluyen personas de diversas naciones o un ser vivo que puede
habitar en la mayor parte de los climas. Debo decir que ser cosmopolita es
mucho más que todo eso. No es necesario viajar, emigrar, cualquier ser humano
puede llegar a serlo.
Visto que la definición de la RAE se
queda escueta, entonces ¿Qué es ser cosmopolita? Fue Diógenes el primero en usar la palabra “cosmopolita” (aunque los
filósofos estoicos ya habían hablado antes del “cosmos”). Este filósofo
encabezó un movimiento llamado “cinismo”. Los cínicos rechazaban la tradición y
los ritos locales, en general lo que el resto de la gente consideraba conducta
“civilizada”. Diógenes dijo ser un “ciudadano del mundo”, claro que esta es una
metáfora porque los ciudadanos forman parte de un Estado y no de un Estado
mundial “kosmopolis”.
De todas
formas el cosmopolitismo, como la mayoría de los términos primeramente
definidos en la antigua Grecia, ha ido desarrollándose y matizándose con el
paso de los años. Pero es cierto que al ser una teoría política da igual la
cantidad de transformaciones que sufra el termino, cada una es igual de
aceptada. Con esto quiero decir dos cosas. La primera, el cosmopolitismo no es
como la teoría de la evolución, en la que cada avance desecha al anterior y la
segunda, ser cosmopolita no significa rechazar las costumbres de la propia
localidad o región.
Kant también
era cosmopolita, este por su parte dotó de viabilidad el concepto de “ciudadano
del mundo”. Kant propone crear una liga o una federación de estados y un
derecho internacional. Aunque él mismo afirma:
“El conflicto, la rivalidad
y la competencia por los recursos y el poder son ingredientes insuperables de
las relaciones sociales. Y ello es ajeno a nuestra voluntad. A veces los
humanos queremos la armonía, pero nuestra naturaleza quiere otras cosas.”
En 1864 a
iniciativa de Karl Marx funda la asociación internacional de los trabajadores
con la intención de unir los esfuerzos de la clase obrera de todo el mundo para
luchar contra el capitalismo. Esta ideología se denomina Internacionalismo y
consiste en afirmar que las
naciones deben cooperar entre ellas, porque sus intereses mutuos a largo plazo
son más valiosos que sus intereses individuales a corto plazo. El
internacionalismo se opone por naturaleza al ultranacionalismo (como el cosmopolitismo) y a los movimientos de globalización estrictamente económicos que niegan el valor de la
cultura y las diferencias entre las naciones. El internacionalismo presupone el
reconocimiento del resto de las naciones como iguales, respetando todas sus
diferencias. Esta idea fue defendida por Albert Einstein y a día de hoy esta
idea es defendida por el Movimiento Federalista Mundial.
Otra de las ideologías
que manifiesta su incomprensión de la división de los seres humanos en estados o naciones es
el Anacionalismo, que se desarrolla especialmente en el seno del movimiento esperantista, que no acepta la
existencia de las naciones definidas como tales, y pretende un cosmopolitismo radical. Este movimiento se opone a las ideas etnicistas,
puristas y partidarias de políticas de identidad.
El neoliberal Joseph Nye defiende el globalismo, que es la actitud o política de
poner los intereses del mundo entero antes que los de naciones individuales. Es
fundamental no confundirlo con la globalización.
Como podemos apreciar la idea de ser
ciudadanas y ciudadanos del mundo tiene aceptación desde diferentes puntos del
espectro político y eso es lo que hace aun más atractiva esta idea.
Personalmente, yo ya he adoptado una posición al respecto entre todas las
opciones que nos ofrece esta alternativa. A pesar de que me conformaría con
cualquiera de ellas. Y es que independientemente de ser neoliberal, demócrata,
socialista o socialdemócrata ser “mundialista” implica compartir unos valores.
Algunos de estos son: Acabar con las políticas de migración, la degradación del
medio ambiente, facilitar la comunicación entre todos los territorios del
planeta, facilitar un equilibrio en el desarrollo económico, perseguir los
crímenes contra la humanidad, el crimen organizado y sobre todo, contribuir al
apoyo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Una declaración que
reivindica la igualdad y la libertad de todos los seres humanos, abolición de
la esclavitud, democracia, derecho a la
seguridad social, cubrir la satisfacción de los derechos económicos y sociales,
acceso a un trabajo, disfrute del tiempo libre, asistencia médica, alimentación
y así hasta completar los 30 artículos que la constituyen.
Pero el hecho de que el abanico de
ideologías que aceptan el “mundialismo” sea muy amplio no quiere decir que
todas las personas lo sean. Movimientos de los estilos ultranacionalistas o
patrióticos se quedan fuera de este abanico, como también lo harían los
movimientos ultra liberales ya que para aplicar los derechos humanos hace falta
un mínimo de intervención político-económica.
¿Por qué ser “Mundialista” o
“Universalista”? Todo nace de una inquietud moral en la que se piensa que todos
los seres humanos tenemos el mismo valor moral independientemente del estado en
el que se haya nacido, como sostenía Kant. También es pensar en el Planta
Tierra como el único territorio que tiene sentido reivindicar ya que una
persona “mundialista” tiene el deseo de acabar con la división territorial en
estados. Algunos cosmopolitas como Anthony Appiah incluso han hablado del
término “Patriotismo Cosmopolita” o “Patriotismo Mundial”. Ser “mundialista” es
estar en contra de la competencia entre países, en contra de la guerra, en
contra del juego de las superpotencias al que Rusia, EEUU y la Unión Europea
están jugando desde el final de la segunda guerra mundial, estar en contra del
hambre y todo ello para hacer de nuestro planeta un espacio convivencial en el
que cada uno de sus territorios sea el mejor lugar para vivir. Ser
“mundialista” es respetar, sentirse bien ante lo diferente, lo diverso y lo que
está fuera de nuestro ámbito. Es entusiasmarse por la diversidad con un alma
intelectual, curioso, con ganas de saber y de viajar.
"Un
mundialista es un técnico que quiere dotar a los habitantes del planeta de los
medios con que organizar la democracia a escala mundial"
¿Cómo lo vamos a hacer? Algunos
cosmopolitas como Norbert Bilbeny creen que por sentido común poco a poco ya
vamos avanzando hacia ese universalismo del que hablamos. Pero el resto cree
que hacen falta unas estructuras sólidas. En primer lugar, es bastante común
oír hablar de un “Gobierno Mundial Federal” para permitir a la política mundial
ser defendida con el imperio de la ley, los derechos humanos y la democracia directa. Este último deseo es discutible, también hay partidarios de la
democracia representativa. Pero para evitar la aplicación de teorías
conspirativas y otras religiosas de corte apocalíptico se cree conveniente que
las decisiones se tomen directamente por los ciudadanos en una asamblea.
Como hemos visto, algunas teorías sí
que creen en las naciones, por lo que ven necesario que los pueblos consigan que los estados renuncien a algunos aspectos
de su soberanía para delegarlos en organismos supranacionales. Esto solo
resultaría viable si todos los estados del mundo delegasen una parte o fracción
de su soberanía de manera que no se pueda derivar ninguna ventaja particular de
un Estado en relación con ningún otro. A parte del gobierno mundial hay otras
medidas, como la creación de un órgano legislativo mundial compuesto por un
parlamento y por una cámara de representación territorial que podría ser la ONU.
Se pide, por lo tanto, que la ONU deje de ser una institución estéril y
adquiera la autoridad de la que carece.
Se pide también la creación de una policía mundial integrada por
agentes independientes de los estados soberanos y dependiendo directamente de
la ONU. Así como la creación de un tribunal mundial para juzgar a los
criminales de guerra, una autoridad mundial del medio ambiente, una autoridad
mundial encargada de velar por el respeto de los deberes y derechos humanos y
una última autoridad mundial para garantizar la autosuficiencia alimentaria,
prioridad máxima.
Estas instituciones serian fundamentales para establecer
la llamada ‘Paz Mundial’ pero como todo, tiene sus discrepantes. Se critica del
mundialismo la
disolución de los pueblos y de las naciones arraigadas, al servicio de la
abstracción generalizada del capitalismo financiero mundialista, con miras a su
dominación mundial y plena. Desaparición de marcas, consumo de medios, valores,
iconos, personajes, imaginario colectivo, costumbres, relaciones… de ciertas
culturas. Pero sobre todo se critica la amenaza que el mundialismo supone a la
identidad nacional, a pesar de que hay corrientes como el Internacionalismo que
precisamente lo que hacen es realzar las naciones.
Yo me pregunto, y ya acabo ¿Qué cultura
tememos perder? ¿De qué nación nos da miedo su desaparición? Es justo y necesario
tumbar las fronteras, decir bien alto que ningún ser humano es ilegal, dejar de
competir, amenazar, hacer de la guerra un negocio, es justo ponernos a trabajar
por la cooperación de los pueblos, defender la nación que tiene sentido ser
defendida, el mundo. No caeremos tan bajo como para llamar cultura a una
bandera, a cuatro símbolos frentistas o a una política expansionista. Hace años
que vendimos nuestra identidad al occidentalismo, no tenemos nada que perder en
ese sentido. 2016 años jugando a la guerra, a la esclavitud, al odio irracional
a los holocaustos ¿Todavía no vamos a hacer nada? ¿Hasta cuándo vamos a seguir
sin entender que somos humanos y juntos hacemos humanidad? ¿Cuántas guerras
más? ¿Cuántos millones de muertes por hambre, sed, frío? ¿Cuánto más tiempo sin
poner la medicina al servicio de las personas que la necesiten? ¿Cuánto más
buscando vida en Marte mientras la menospreciamos en nuestro planeta? Sí, primero
a los de casa, a los de La Tierra.
Nunca hemos sido capaces de vivir en
paz, pero tampoco de vivir sin cooperar. Somos seres sociables, nos
necesitamos, solos nos convertimos en la más inútil de las especies. Vivimos en
estados que son consecuencia de guerras, nadie nos preguntó si así los
queríamos y sin embargo los defendemos como si se tratase de nuestra vida. Nos
envuelven en banderas, himnos, líderes y símbolos. Nos reducen, no nos dejan
ver más allá de lo que nos dicen ser, españoles y europeos.
De verdad, algo podemos hacer, y
haremos. La carta de la tierra, la declaración universal de los derechos del
hombre y del ciudadano, la declaración universal de los derechos humanos etc.
Son infinidad los documentos que nos ofrecen propuestas viables para hacer un
mundo diferente. Mejor, quizás.
No tenemos nada que perder y mucho
que ganar, un mundo mejor es posible.
Quizás el problema viene cuando se quiere plasmar en un papel los derechos del hombre.
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