domingo, 24 de enero de 2016

democracia invertebrada

Decía Ángel Ganivet en su España Filosófica Contemporánea: «Cuando en el seno de las asambleas legislativas predomina el interés particular sobre el general; cuando las parcialidades que por necesidad y conveniencia se forman en los sistemas representativos están desunidas y excesivamente fraccionadas; cuando el tiempo debido al estudio y discusión de las leyes convenientes se dedica a los torneos de la palabra [...] surge un estado anormal que se llama parlamentarismo». ¿Cuán lejos está de lo que ocurre hoy? ¿Será un mal endémico de la partitocracia? ¿Qué es lo importante en un sistema de gobierno y político?


fuente: http://www.congreso.es/


Estas preguntas que planteo son algunas de las que hay que contestar para seguir creyendo o no en el actual sistema. Y es que, se quiera o no, es un momento en el que hay que plantearse en profundidad si verdaderamente el actual sistema de representación es justo. Y digo justo porque el objetivo de cualquier sistema de gobierno debe ser el de extender la Justicia Social entre los ciudadanos. Aquello que se salga de ahí, como puede ser el liberalismo, debe ser considerado inaceptable. ¿Es el sistema actual español inaceptable? La pregunta clave es: ¿es lo colectivo el interés principal de los partidos actuales?

La respuesta, clara: no.

La prueba está en lo que podemos ver actualmente. Debemos partir del hecho de que el Congreso es el órgano que representa la soberanía nacional. Más allá de lo que la ley deja o no deja hacer, hay un partido que tiene mayoría entre los votados. ¿Debe gobernar? En principio eso parece. Para que esto no ocurra, se recurre normalmente al argumento por el cual el representante político sabe qué quieren sus votantes. Esto es, además de falaz, un chiste. ¿Qué va a saber sobre lo que sus votantes quieren o no? Cada uno querrá una cosa. Pero, al margen de esta consideración poco importante, si el PSOE (pues hablamos de él principalmente) no ha conseguido más votos, es porque no querían los votantes de otros partidos que Pedro Sánchez saliera como presidente, si no hubiese sido así, le habrían votado. Por tanto, no merece ser gobernante. 

Cierto es que hay otras mayorías, que son, por ejemplo, la que suma los que no han votado al PP. Pero la suma de esos no equivale a un gobierno, sino a una desaprobación hacia el PP, porque , no lo olvidemos, hay más gente que no ha votado al PSOE que a PP. Por tanto, las mayorías conseguidas por pactos son más ilegítimas que las mayorías (aunque no absolutas) de un solo partido.

Entonces, lo que estamos viendo no es más que un juego de poder que atenta contra la dignidad de la democracia por dos motivos. No sólo no se respeta que haya una mayoría (ya pasó también en Cataluña, donde la mayoría del no a la independencia fue ninguneada), sino que además se busca que el otro no gobierne. Me explico.

El juego de la partitocracia (me permitiréis que no use democracia, que es algo mucho más digno) es que somos un grupo de empresas-partido que nos dedicamos a alternarnos según el descontento de los votantes cada cuatro años como mínimo, pues hay otras variantes como los intereses financieros, políticas exteriores de otros países que se meten en asuntos internos españoles, etc. Pero, dicho de modo esquemático, es así como funciona esto de la partitocracia... teóricamente. En la práctica es muy distinto. En la práctica la lucha está en no respetar al compañero, que se convierte en enemigo, y bajo el frontis del diálogo, lo que se esconde es una lucha de poder por la cual hay que hacer todo lo posible para que el otro no gobierne, aunque sea lo que el pueblo ha elegido. ¿Pero, no habíamos quedado en que nos íbamos a respetar e íbamos a respetar la voluntad popular-nacional? No, de lo que se trata, como ha repetido PODEMOS, es hacer todo lo posible por que no gobierne el PP. De acuerdo, el PP es un partido nefasto, pero sin duda alguna es lo que la mayoría, más de 7 millones de personas, ha votado. ¿respetamos o no las reglas del juego?

Hay quien cree que no hay por qué aceptar el axioma de que la fuerza más votada sea quien gobierne. Pero eso es si partimos de la idea de fuerzas de poderes que miran por sus intereses, por los intereses de una clase, de un colectivo segregado. Yo parto de que el poder debe estar dedicado al buen gobierno y eso incluye como principal garantía la extensión de la Justicia Social. Si no partimos de eso, si partimos de que este sistema es así, partidista (injusto) por naturaleza, entonces me lo ponen más fácil desde el comienzo y este artículo sería inválido. Pero pretendiendo tener buena voluntad hacia este sistema, he creído conveniente partir de los principios del bien común. Y, partiendo de él, vemos que no se respeta precisamente porque la dinámica es la opuesta, la del bien propio.

En definitiva, si no somos capaces de respetar las mayorías simples y nuestro objetivo es gobernar sólo nosotros, como ocurre en las dictaduras; si no somos capaces de respetar que gobierne otro, porque nuestros intereses son de grupo, no colectivos, no de todos, estamos hablando de algo muy claro: este sistema ni es democrático ni es justo y, además, jamás pretendió serlo. La partitocracia, por tanto y para acabar, es el problema. Sobre el parlamentarismo, sólo queda remitir a la cita del comienzo, todo se entenderá.



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