viernes, 4 de marzo de 2016

Susana Díaz, sillones ministeriales y barbas que no esconden nada

Susana Díaz sale hoy diciendo en televisión algo así como que algunos no dan su voto positivo a Pedro Sánchez por motivos de sillones (de butacas diría yo), haciendo clara alusión a la propuesta de Pablo Iglesias de pedirse la vicepresidencia y algunos ministerios para los suyos a cambio de dicho voto positivo. Efectivamente, una condición era esos sillones. ¿Tiene miedo Pedro Sánchez de dárselos a una formación progresista como supuestamente es el PSOE? Pedro Sánchez no deja de repetir que busca el cambio, la reforma y que estas serán "reformistas y progresistas" (se oyen aplausos). Para nada se opone a eso los que propone Pablo Iglesias. Sus propuestas son de cambio y propone reformas. Todo parece indicar que es Pedro el que le dice que no a Pablo Iglesias y no, como se nos quiere vender, Pablo el que le dice no a Pedro. Sí se lo dice, hace dos días ocurrió, pero ese no es el eco del no de Pedro a un gobierno de izquierdas. A qué se debió el "no" socialista a la propuesta de Pablo es algo que puede tener diversas y complejas respuestas, pero hay una muy clara: para no ceder poder (un poder que aún no tienen), es decir, para no ceder sillones, poltronas, butacas, ¿tronos? a otra formación. En definitiva, no estaba desencaminada la declamativa Susana cuando explica el motivo del desacuerdo: los ministerios.

En una entrada mía anterior, ya explicaba que esto del juego democrático que nos (auto)impusimos es una broma, que el objetivo es siempre que el otro no gobierne y gobernar sólo nosotros todo el tiempo que podamos evitando la influencia de la oposición en el devenir del Estado y de la patria. Es decir, que vivimos en protodictadura en cada legislatura. Argumentos que se oyen actualmente como que el pueblo ha votado cambio, que los votantes han querido el cambio, etc. no son más que argumentos para autojustificarse. Entre otras cosas, porque los votantes votan para que su partido sea el elegido y sea el que gobierne o, en su defecto, para que no gobierne el otro. Nuestra idea de "democracia" es, siempre, y bajo estas reglas actuales, que no gobierne quien representa a millones de votantes. Siendo esto así, no queda más que acostarnos para echar la siesta o coger la carabina y echarse al Parlamento. Que cada uno decida.

Y en todo esto, sale Cándido Méndez para decir que unas nuevas elecciones generales dentro de seis meses no es bueno para la opinión pública. Efectivamente, esta gentuza no se esconde: lo importante es la opinión pública. Pan y circo. Si tenemos dos programas de televisión, uno instructivo (Qué grande es nuestro cine) y otro destructivo, y el pueblo opina que el destructivo (Mujeres y hombres y viceversa, Gran Hermano...) es mejor, pues según Cándido es el que hay que defender. Es más, si conseguimos convencer al pueblo para que tenga una opinión contraria al gobierno o a una ley, se hace. Es decir, en definitiva, el objetivo está, y es lo que hay en la estructura profunda de su mentalidad burguesa y en su modo caciquil de actuar, en la manipulación de la opinión, mostrar en los medios una realidad manipulada para conseguir un objetivo. Es lícito engañar si nos conviene. Manipular la realidad para que el votante vote según otros intereses que los suyos propios. Hay que influir en la opinión pública, en definitiva, para comer gambas sin mucha presión.

España, creedme si queréis, ni es demócrata, ni es moralmente sana, ni es intelectualmente libre, ni parece que quiera serlo.

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