Pero llegó 1978 y algo cambió. Invocar a la Nación o a la Patria (que es y no es lo mismo, ay qué difícil hace la Historia a su hija, la historia) se convirtió en pecado, excepto si esa invocación contenía ciertos valores étnico-racistas, como puede ser la nación catalana, que tanto nos recuerda a algunos aquel desdichado Ein volk, ein reich... Por este motivo, perdía sentido la invocación a la Nación o Patria española, que tan rica (entiéndase heterogénea) es, tanto en culturas, etnias, lenguas, folklore en general, historia, etc. Como decíamos, tomó valores negativos (en cierto modo justificados, por haber sido tomado como posesión única de cierto régimen tan mal impuesto y llevado) y pasó a ser un pecado civil, que te podría condenar a un infierno vital. Sí serevalorizaron y pasaron a ser muy bien vistas la invocación de otras patrias (que no niego que lo sean), como la catalana.
Pero un Estado no puede andar por ahí sin una referencia absoluta en la que justificarse. Desde el siglo XVI fue la Corona o el Monarca, desde la Revolución Francesa fue la Nación, ahora, es la Constitución. Pero, mientras que la justifición de primer nivel, lo que justificaba a la Corona absolutista era Dios, y a la Nación era el pueblo, la sociedad trascendida en sujeto orgánico (no olvidemos que empieza a desarrollarse en estos momentos teorías evolucionistas y el positivismo en Europa), el Estado ahora se apoya en... la legalidad. Y la legalidad (objetivada en la Constitución) se apoya en... el consenso. Pero es tan sumamente relativa esta fundamentación y tan falsa, que no queda más que limpiarnos las lágrimas de la risa que nos da.
Intentar basar una legalidad en la decisión o producto (Constitución) que una camarilla tome o haga y que esa legalidad sea a lo que se invoque para mantener, pongamos por caso, la unidad de España, no es más que un chiste de mal gusto. Lo hace de peor gusto aún el hecho de que no produzca bochorno en la mayor parte de los ciudadanos. Efectivamete, somos ciudadanos porque así lo dice esa misma legalidad, pero no ejercemos como tal excepto para sostener económicamente al Estado. Es fácil de entender el que sea un chiste de mal gusto esa invocación a la Constitución, ya que esa camarilla "decisora" que se alza con la legitimidad de decidir porque ha sido elegida democráticamente, en realidad representa a una minoría de la sociedad y aún así, responde ante intereses que nada tienen que ver con sus votantes. Por tanto, la Constitución es una decisión de unos (muy) pocos que no representaban a nadie, con intereses ocultos, cuyo producto para nada es sagrado y para nada inamovible, y sí muy arbitrario.

Cada vez que oímos a Rajoy justificar el castigo, más que merecido, a la camarilla catalana, haciendo referencia a la Constitución, como si esta fuera un poder supernatural, trascendente, inamovible, sustantivo y externo a la sociedad, me da un ataque. Uno bien intenso. Tanto, que me dan ganas de apoyar a los independentistas, ya que, aunque en el fondo lo que quieren es escapar a la solidaridad entre hermanos, para quedarse con todo (así, dicho para niños de primaria) lo que ahora se reparte de lo suyo, la justifican con argumentos mucho más fuertes y justos que el de la Constitución. Y es que, cuando una legalidad provoca injusticias, como es el caso de la Constitución, es más que lícito acabar con esa legalidad para imponer otra (y me gustaría hablar con muchos frentepopulistas de verdad sobre esta idea). Pero no olvidemos la raíz, si la Constitución crea injusticias, no se solucionan con independencia, ya que la alternativa en Cataluña es clonar sistemas capitalistas a un nivel geográfico menor, pero las desigualdades seguirán ahí.
En definitiva, hay que reconstruir la sociedad sobre pilares morales de comunidad fuerte, serios, verdaderamente trascendentes que no hay que inventar, sólo rescatar del pasado, que es lo que justifica la existencia del presente. Todo lo que sea invención del hombre es contigente y cambiable, siempre mejorable. Esto hay quien no lo entiende. Y si queremos solucionar problemas, que sea, siempre, invocando a la Justicia Social, no al egoísmo. Que sea invocando a la solidaridad entre hermamos, que eso es Patria, y no rechazo a compartir con el que menos tiene.
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