miércoles, 22 de julio de 2015

La mirada cómplice

Pocos ciudadanos se interesan o conocen los acuerdos que se firman entre las instituciones europeas y diferentes organizaciones o gobiernos soberanos. Acuerdos de cooperación internacional, de ayudas al desarrollo de países del Tercer Mundo, de legislación administrativa, etc. Algunos de ellos llegan incluso a afectar nuestro presente o más bien  nuestro futuro, tal es el caso del TTIP (siglas en inglés de Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión) que consiste básicamente en fomentar las inversiones y el comercio entre EEUU y la UE mediante la creación de un amplio mercado transatlántico. ¿Pero que supone realmente la firma de este tratado?

En la página web de la Comisión Europea podemos encontrar la siguiente información: “El TTIP tiene como objetivo eliminar las barreras comerciales entre los Estados Unidos y la Unión Europea (suprimir aranceles, normativa innecesaria, restricciones a la inversión, etc.) y simplificar la compraventa de bienes y servicios entre estos dos espacios. Eliminar esas barreras supondrá crecimiento económico, creación de empleos y una disminución de los precios. Según sus propias estimaciones la economía europea obtendría un beneficio de 119.000 millones de euros al año y se crearían más de 1.300.000 empleos en la UE y 144.000 concretamente en España.

Pero no nos quedemos en la superficie, indaguemos un poco más…

La firma de este tratado supondría claramente beneficios económicos, pero a un alto precio. Por ejemplo si trabajas deberías saber que EEUU solo ha suscrito 2 de los 8 convenios fundamentales de la Organización Internacional del Trabajo lo cual pone en riesgo los salarios, las condiciones de trabajo y los derechos de representación que tenemos actualmente. Otro ejemplo sería los servicios públicos, ya que este tratado fomenta la privatización de amplios sectores públicos porque las empresas deben tener asegurado el libre mercado. En el caso de conflicto entre Estado y empresa esta última podría recurrir a un tribunal arbitrario y supranacional, quedando la autoridad del  Estado soberano en entredicho. También deberíamos conocer sus consecuencias en  nuestros productos nacionales que a pesar de obtener ciertas ventajas con este tratado (supresión de aranceles, amplio mercado…), también sufren desventajas, como la supresión de las ayudas de los fondos europeos para nuestros agricultores y ganaderos porque cuestiona el “libre comercio” y pondría en desventaja a empresas estadounidenses.

Además se esconden una serie de negociaciones secretas y opacas. No quiero ser sensacionalista, me remito a los datos como por ejemplo la imposibilidad de acceder a los documentos cerrados (lo que ya se ha pactado), siendo los 751 eurodiputados los que tienen acceso a los documentos clasificados del TTIP  bajo estrictas medidas de seguridad y por un tiempo limitado para su lectura (2 horas), además de no tener permitido publicar o filtrar la información de dichos documentos.

También podemos hablar sobre el caso de las puertas giratorias, otra de las desconocidas caras ocultas del tratado. Tal y como señaló el Observatorio Corporativo Europeo, al menos siete figuras vinculadas de algún modo al TTIP han pasado desde distintas direcciones generales de la Comisión al negocio privado o viceversa. Difuminando aún más la estrecha línea que separa las grandes empresas y la política. Por lo tanto no podemos estar seguros del compromiso de nuestros representantes europeos a la hora de defender los intereses de la ciudadanía y no de las grandes empresas.




A pesar de todo lo anteriormente explicado las negociaciones siguen viento en popa como ya se vio el pasado 17 de julio en Bruselas, donde se celebró la décima ronda de negociaciones entre EEUU y UE para el ambicioso tratado, que ha concluido de forma satisfactoria según ambas partes.

Podríamos decir que EEUU y la UE son como aquellos amigos que tienen esa mirada cómplice, esa mirada que solo ellos entienden, que guarda un secreto.

Escrito por  @Dat_German97

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