jueves, 1 de octubre de 2015

de monumentos y monumentos

El fascismo, así como el comunismo, son adjetivos aplicables a personas o a instituciones formadas por personas que se rigen por unos principios y unos fines concretos: la consecución de estados totalitarios, de tipo fascista o de tipo comunista (nos referimos la dictadura del proletariado, ya que aún no está claro de la posibilidad real de alcanzar un sistema comunista). Pues bien, cuando alguien llama fascista (o comunista) a unas piedras está cruzando un poco el límite de ese calificativo. Si además el monumento es de índole religioso podemos empezar a pensar en mala fe por parte del que utiliza de este modo el término. Si, además, es un periodista, entonces ya, y esto es así, lo que hay son intereses de desinformación o ignorancia por parte del medio o del periodista.

Imaginemos que unas piedras, consideradas monumento, como el Ladassu, de repente son consideradas fascistas porque representan el poder y la divinidad que justifican el poder total de un imperio, el asirio, que era una máquina totalitaria, dirigida por el terror. Y a los dirigentes de la oposición, a los persas, se les ocurre que hay que acabar con eso, y destruyen esos monumentos. Ahora no tendríamos arte asirio. ¿Y qué ocurre con las pirámides o, simplemente, algún panel con jerogrlíficos que endiosan a algún faraón?

Bueno, entendéis sin mucho miramiento la absurdez de lo expuesto. Varias reflexiones me vienen a la cabeza. ¿Quiénes somos nosotros para derribar lo elevado con tanto esfuerzo por otras civilizaciones con ansia de permanencia? Su conservación es valiosa por un motivo muy claro para todos: gracias a estos bienes materiales, podemos reflexionar de un modo más completo, por aportar una cara más de esa realidad que sólo se nos conservan en bienes materiales. Realidades perdidas en el sueño del pasado, que es a la vez muerte. Estos restos son lo últimos hálitos de vida,o de recuerdo, que el pasado nos deja de realidades complejas que nos cuesta comprender. 

Pues bien, tenemos ejemplo de destrucciones de monumentos por parte de personas que creen que hay que destruirlas, porque conocer ese pasado puede ser un estorbo para sus fines didácticos, terriblemente didácticos. Los talibanes destruyeron budas de piedra enormes. Hace poco el Estado Islámico ha arrasado con Palmira, Nínive. Pero ojo, alguien puede hacer distinción a la hora de valorar estos bienes, pues compararán grandes monumentos con pequeñas piezas que había en los museos. Pues bien, repito el razonamiento. Estos bienes nos aportan otro asidero desde el que contemplar estos pasados que nos quedan tan lejos, y todos y cada uno de ellos son valiosos puesto que completan el puzzle. Hasta la herramienta más pequeña nos puede dar una nueva pista o afianzar un saber. Nada es despreciable.

Dicho todo esto, es momento de recordar un monumento español por su situación geográfica, aunque es rumano en cuanto que está dedicado o dos ciudadanos de aquel país. Este monumento, en un espacio privado en un cementerio, o junto a él, es un recuerdo a dos soldados rumanos que vinieron a España para participar en la Guerra Civil en el bando nacional. Su interés principal era luchar contra el comunismo. Murieron aquí y se les quiso reconocer el esfuerzo que realizaron en esa lucha en la que ellos creyeron y por la que se sacrificaron, hasta dar lo más valioso que tenemos, la vida. El monumento no tiene (no los he visto) símbolos de índole fascista, ni de ningún otro movimiento emparentado con él, sólo una gran cruz en lo alto de los arcos. Lo que molesta es que se les haya reconocido a estos dos soldados extranjeros que viniesen a luchar contra el comunismo, como otros vinieron a luchar contra el fascismo. 

El pasado nos va a afectar cuanto queramos que nos afecte. En mi caso sólo me afecta en un nivel intelectual y así os invito a que os afecte. Las pasiones dejémoslas para el presente y el porvenir. Este monumento es una recordatorio del pasado más reciente y dentro de unos años, ¿centurias? ayudará a comprender este periodo mejor de lo que nosotros somos capaces de hacer. Este monumento, como tantos otros que hay, levantados por comunistas o por fascistas, por liberales o por falangistas debe mantenerse en pie. Todo monumento y reconocimiento que en un momento se hace, es un recuerdo. Si se borra, estamos borrando historia y estamos aportando al engrandecimiento de la ignorancia que ya tanto nos acucia. 

Pero hay algo contra lo que no se puede luchar. El odio. Y no es otra cosa lo que impulsa a destruir. Pero como dijo un gran hombre, "¡ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!".


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